El pasado lunes 3 de Junio se
celebró la tradicional fiesta del Cuerpo y Sangre de Jesús. Una solemnidad
sumamente arraigada en nuestro pueblo cristiano, que, cada año, manifiesta
públicamente su fe, en la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la
eucaristía.
Más allá de las diversas celebraciones que diocesanamente se
llevarán a cabo en los diversos rincones de nuestro país, la ocasión se
presenta también como una nueva oportunidad para que reflexionemos acerca del
valor de este admirable sacramento, su importancia y la periodicidad con que lo
frecuentamos, y nuestra relación con Jesús sacramentado.
Con este fin, compartimos la siguiente
historia y reflexión:
Imagen tomada de Internet. |
Corpus Christi… es vivir de la riqueza de Dios
Tomado de: Encuentra.com
27 mayo 2009
Sección: Fiestas y
celebraciones
Javier Leoz, Sacerdote
Cuenta la leyenda que una mujer
pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una gruta escuchó una voz
misteriosa que desde adentro le decía: “Entra y toma todo lo que desees, pero
no te olvides de lo importante. Pero recuerda algo: después que salgas, la
puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, y no te
olvides de lo principal".
La mujer entró en la gruta y
encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso a su hijo
en el suelo y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal.
La voz misteriosa habló
nuevamente: "Tienes sólo ocho minutos".
Agotados los ocho minutos, la
mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la cueva y la
puerta se cerró. Recordó entonces, que el niño quedó adentro y la puerta
estaba cerrada para siempre.
La riqueza duró poco y la
desesperación, ¡para el resto de su vida!
Lo mismo ocurre, a veces, con
nosotros. Tenemos unos años para vivir y una voz siempre nos advierte: "¡No
te olvides de lo principal!". Y lo principal son los valores espirituales,
la eucaristía, el compromiso cristiano, la oración, la vigilancia, la familia,
los amigos, la vida. Pero la ganancia, la riqueza, los placeres materiales nos
fascinan tanto que lo principal, a veces, queda en un plano secundario. Así
agotamos nuestro tiempo aquí, y dejamos a un lado lo esencial: ¡los tesoros del
alma!.
También nosotros, en este día del
CORPUS CHRISTI, estamos llamados a entrar en un lugar donde el pan y el vino
dejan de serlo para convertirse en permanente presencia de Cristo en la
Eucaristía.
Insertarnos en Cristo comporta
siempre salir enriquecidos, no de bienes materiales, y sí llenos de su Espíritu
en el corazón y en el alma. Treinta minutos, escasos, no son suficientes ni dan
cuenta del valor que encierra la Eucaristía. Pero, toda una vida cristiana sería difícil de llevarla adelante sin el aprovisionamiento del pan único y
partido.
La festividad del CORPUS CHRISTI
se hace demasiado grande para encorsetarla en los cuatro muros de un templo.
Imagen tomada de Internet. |
Es tan grande su misterio y tan
en el corazón de la fe, que se desparrama por los aledaños y plazas saliendo de
la mejor catedral o de la iglesia menos importante y más escondida.
Es tan firme nuestra devoción hacia
la Eucaristía, que lo manifestamos públicamente, sin temor ni vergüenza, ante
un mundo que ensucia y empapela las paredes no precisamente con palabras de
verdad que llamen y empujen al amor verdadero.
Es tan convencido nuestro aprecio
por la presencia del Señor en la Eucaristía, que necesitamos seguirle cuando él,
por delante, sale al asfalto en medio del entresijo de ciudades y pueblos, de
hombres y mujeres gritándonos: ¡Dios esta aquí!
¡Feliz solemnidad del
Corpus Christi!
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