CINE: Medianoche en París

El Poder de los Sueños
Por: María del Mar Morales
Coordinadora de Comunicaciones.


Gil Pender es un escritor estadounidense soñador y bohemio por excelencia. Le encanta la apariencia de Paris bajo la lluvia e insiste constantemente en que nació demasiado tarde, pues hubiera sido completamente feliz en los maravillosos años 20, aquel periodo de entre guerras que le concedió al mundo el auge de grandes artistas, literatos y cineastas. Está a punto de casarse con una mujer de familia adinerada y superficial, a medida que transcurre la película se nos muestran pequeños diálogos y escenas que nos hacen entender que el protagonista está involucrado y comprometido con un mundo al que no quiere ni debe pertenecer.

Una noche en una de sus ya frecuentes caminatas para conseguir la inspiración que necesita para culminar el libro que no logra convencerlo, termina relacionado con una serie de personajes que cambian su pensamiento para siempre, con ellos encuentra la inspiración pura y genuina que necesitaba, y de paso empieza a comprender que no puede conformarse y que él mismo puede hacer que su vida se parezca a todo lo que sueña.

Una historia inocente en su más claro sentido, repleta de nostalgia y esperanza, cargada de emociones y motivaciones, desprende amor en cada imagen, en cada dialogo, en cada escena. Un protagonista que en medio de sus frustraciones y deseos inalcanzables, nunca  deja de pensar a su modo, de creer a su modo. Muchos dirían que sólo los niños pueden actuar con tal despreocupación, con semejante ingenuidad, pero ¿acaso también no dicen por ahí que la niñez es la etapa más feliz de la vida? entonces qué bueno sería ser un Gil Pender más.

Los actores están cuidadosamente escogidos y son acertados. Owen Wilson   es perfecto para su papel de Gil Pender, tiene esa gracia genuina y esa originalidad que exige a gritos su personaje. El encanto que desprende Marion Cotillard es exactamente lo que se esperaba para la interpretación de la hermosa Adriana, quien gracias a su belleza sirvió de musa a grandes artistas. Adrien Brody, Corey Stoll, Marcial di Fonzo Bo... todos en su punto indicado para hacernos viajar en la aventura emprendida por Allen.

En pocas palabras Woody Allen nos regala una joya cinematográfica no sólo de la comedia, sino del buen cine, que no deja de sorprendernos, cuando creíamos ya haberlo visto todo de él. Su mensaje es claro, se trata de incitarnos a seguir los impulsos más profundos del corazón, de hacer una reverencia ante nuestras emociones y sensaciones. Si alguna vez sentimos tristeza por haber nacido en una época como la nuestra, que padece de guerra y corrupción, tendremos que pensar que está en nuestras manos sentirnos más satisfechos, ver el pasado como una especie de motivación para cambiar, al menos, nuestro propio presente.




¿Ya la viste?

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