LIBROS: Felicidad en cada página



Por: Daniela Bueno Flórez
Egresada 2012



La idea de poder viajar en el tiempo o siquiera en el espacio con gran rapidez y bajos costos es una constante en la actualidad.  Sin excluir a nadie por su edad, todos han imaginado alguna vez un artefacto capaz de hacerlo, se han hecho películas con tele transportadores maravillosos, los niños sueñan con toboganes gigantes que tan solo con un botón puedan transferirlos al lugar en el que desean estar, los científicos a lo mejor se imaginan grandes inventos, maquinarias compuestas que puedan transferir materia en la mínima cantidad de segundos, también están los que no clasifican en ninguno de estos y sin embargo han pensado en algo tan simple como un hueco, en el que se salta para llegar al lugar anhelado, lo que resulta siendo una idea llena de complejidad para un físico.  Hasta el momento lo más cercano que se tiene son los medios de transporte, y aun así preferiría caminar. 

Todos estos métodos mencionados son fantasías que satisfacen esa necesidad de vivir  una realidad que nos atrae o querer escapar de un futuro que nos inquieta.  También es menester conocer en su totalidad el mundo -dicen algunos- en el que habitamos,  desde Europa hasta Oceanía y sus más recónditas islas, a pesar de su imposibilidad. Este es, para muchos, un sueño capital en su vida, pero por problemas ya sean de salud o económicos se quedan en  sueños perdidos que recrean la mente. 
Para muchos el mejor invento que se ha creado para poder satisfacer todos estos anhelos  es, sin lugar a dudas, el libro, ese sinfín de aventuras, pensamientos e incluso sentimientos capaces de transportar a cualquiera que se adentre en él, al lugar en el cual fueron escritos y hasta  imaginados. Esa es la magia de los libros; para lo niños puede llegar a ser ese tobogán anhelado,  para los cineastas su tele transportador, para los científicos su máquina del tiempo y para mí el hueco que me transporta en un abrir y cambiar de páginas. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo el uso de estos ha ido en detrimento, los medios de comunicación han sustituido a grandes literatos por famosos interpretes de la actualidad.


La lectura ha perdido  valor, desde la época de su apogeo hasta llegar a este siglo, donde se prefiere el goce inmediato y trivial de los mass media que sumergirse en realidades fantásticas e increíbles. Nos desconectamos de nuestro polo a tierra, el más veraz, y pasamos a una pequeña toma de corriente que tarde o temprano agotará su poca energía y nos dejará en una habitación sin iluminación alguna. Es por eso que debemos enraizar nuestra inagotable fuente, los libros. La cifra que existe de escritos es tan enorme como el numero de Avogadro, para quienes no conocen la grandeza de esta cifra compárenla con los problemas que aquejan a un estudiante, son infinitos.

Tal es la magnitud de expediciones que se pueden realizar, también de amigos que se llegan a conocer y no sólo esto, la lectura nos brinda versatilidad e imaginación, esta última es uno de los grandes beneficios que cabe resaltar; esa habilidad carente en gran parte de la juventud. La pérdida de la imaginación implica la pérdida de el mejor arma que tenemos frente a las adversidades que nos pone día a día este mundo, nos desarmaron dejándonos desnudos frente a una realidad que atemoriza a cualquiera, nos quitaron la capacidad de soñar un mejor futuro y realidad.

Ya se avecina la más cruel de todas las guerras, si no nos armamos terminaremos en un deplorable final, por eso hay que leer hasta colmar nuestra armadura y poder enfrentarnos a una realidad como la que padecemos, pero para esto hay que conseguir calidad en lo que nos defenderá, los best-seller aunque interesantes aportan una capa tan diminuta que al mínimo obstáculo cae estrepitosamente y estos mismos escritos son como el caballo de Troya, un regalo que no trae tan gratas sorpresas. Por eso debemos recurrir a lo que la historia se ha encargado de calificar como verdadera literatura y apreciar lo que para muchos significó casi la vida.

Finalizo con una sabia y hermosa frase de Jorge Luis Borges, ese lector viajero y soñador insaciable: "La lectura es una de las formas de la felicidad, pero a nadie se le puede obligar a ser feliz".  

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