Jenny era una linda niña de cinco años con ojos relucientes. Un día mientras visitaba la tienda con su mamá vio un collar de perlas de plástico que costaba 5.000 pesos ¡Cuanto deseaba tenerlo!. La niña preguntó a su mamá si se lo compraría y ella respondió:
-Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagarlo, estás de acuerdo?
Jenny aceptó y su mamá le compró el collar. A partir de ese momento la pequeña empezó a trabajar con entusiasmo para cumplir con sus tareas y al poco tiempo ya había pagado su deuda. Cada día se enamoraba más de su collar de perlas, que llevaba puesto para todas partes.
El padre de Jenny la quería muchisimo y siempre le leía su cuento favorito antes de llevarla a la cama. Una noche cuando terminó el cuento, le dijo:
-Hija, ¿tu me quieres?
-Claro que si papá - respondió ella
-Entonces regálame tus perlas - le pidió él
-Oh papá mis perlas no - dijo Jenny - pero te doy a Rosita, mi muñeca favortita ¿La recuerdas? tu me la regalaste el año pasado en mi cumpleaños, está bien, papá? -
-Oh no hijita, está bien, no importa - y dándole un beso en la mejilla añadió - dulces sueños pequeña.
Pasó el tiempo y la escena se repetía, el padre de Jenny le pedía constantemente que le obsequiara las perlas y ella, a cambio, siempre le ofrecía sus juguetes más preciados con la esperanza de que los aceptara.
Una noche, cuando el papá entró en la habitación para leerle el cuento, Jenny estaba sentada en su cama, y sus labios temblaban cuando le dijo:
-Toma papá - y extendió su mano con el collar en ella para entregarlo a su padre.
Su padre lo tomó sonriendo y al mismo tiempo extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo que abrió en las manos vacías de su hija, la caja contenía unas hermosas y brillantes perlas genuinas.
Él las había tenido guardadas, esperando el momento en que Jenny estuviera dispuesta a renunciar a su baratija para otorgarle la pieza de gran valor.
Con gran alegría, la niña abrazó a su padre mientras comprendía que él, que tanto la amaba, no había querido quitarle nada, sino que por el contrario tenía guardado algo mejor para ella.
Lo mismo sucede con nuestro Padre Celestial. Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros.
Anónimo
Recuerda...
Cuando sientas que estás perdiendo algo que aprecias mucho, no te molestes ni te irrites. Recuerda siempre que Dios no te quita nada, simplemente libera tus manos para que puedas recibir algo mejor.
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